Armada de machete y palas, Pastora excava en busca de su hija

«Si al infierno tengo que ir para rescatarla, allá voy», dice con una voz pausada pero segura Pastora Mira García.

Cada que una «buena fuente» se le acerca y le dice: «Pastora por tal lado se habla de unas fosas», le pasa un corrientazo frío por el cuerpo, pide detalles y agarra machetes para ir a escarbar la tierra en los parajes rurales de San Carlos (Antioquia) y hallar por sus propios medios los restos de su hija Sandra Paola Montes.

La primera vez que decidió ir a excavar en una fosa fue hace un año, y no niega que sintió miedo. Una vez los paramilitares entregaron las armas, contactó a uno de sus hombres y viajó, sin que su familia lo supiera, hasta Ibagué, donde le dieron la primera información. » A esa monita la sacaron a la una de la mañana y la enterraron en el tramo entre la Holanda y La Llore (San Carlos), le dijo el ex ‘para’. «Traté de ubicar las fosas que estaban cerca al campamento porque ahí quedó también otra que mataron en esos días. ¿Cómo?, dije, ya tengo alguito y regresé al pueblo con una sensación muy rara de tristeza y alegría porque a estas alturas encontrar el cuerpo de mi niña es un premio», afirma.

Los forenses del CTI, que por esos días buscaban otro cuerpo, fueron hasta el sitio descrito pero no hallaron nada. Pastora no se desanimó y prometió volver aunque fuera sola, pues en Antioquia hay 114 fosas con 245 cadáveres pendientes por exhumar y solo 25 funcionarios para esa cruel labor. La espera comenzó a dejarla sin salidas.

«Estaba cansada de la orfandad frente a las autoridades que para uno como víctima a veces son inoperantes y me lancé a hacerlo sola». Fueron las preguntas punzantes de su nieta huérfana las que le inyectaron el coraje que se le nota en su cuerpo macizo. «Abuelita, ¿por qué yo soy la de menos? – me dijo la niña – ni siquiera tengo la lápida de mi mamá y quiero ver el nombre de ella en el cementerio y saber que ahí está», cuenta esta mujer que se convirtió también en concejal de su pueblo. Decidida, buscó a la mamá de la otra joven que según su informante habían asesinado junto a Sandra, se encontraron en la carretera que conduce al corregimiento El Jordán y llegaron dispuestas a todo. Tenía un nuevo mapa. Debía ubicar la parte más alta del antiguo campamento de los paramilitares, cerca de la escuela, luego contar tres curvas en la vía y girar a la izquierda por el sitio donde los ex combatientes lavaban la ropa. Ahí debería encontrarlas.

«Conseguimos machetes, les labramos puntas a unos palos y empezamos a palpar en ese terreno. Un señor nos precisó más la cosa y sacamos tierra hasta que apareció una osamenta. La fosa no era muy honda», cuenta. Eran los restos de «La Cachama», como le decían a la otra joven. «Su mamá reconoció las medias, lloró un ratico, volvimos a echarle la tierra y rezamos un padrenuestro», dijo. No se la llevaron porque creen que eso corresponde a las autoridades, pero siguen esperando la exhumación oficial. Y sin embargo de su hija no hubo rastro. Una extraña desaparición Las frustradas búsquedas han generado el efecto contrario en ella.

En lugar de desanimarla la han vuelto una mujer tenaz. Ahora lidera un programa de víctimas en su municipio y hace un curso sobre atención y manejo del duelo en la Universidad Javeriana. Sandra era una estudiante de licenciatura en educación física de una universidad de Medellín y vivía con un hombre hasta que él decidió meterse a las autodefensas, dice la madre. Un día en un retén del grupo armado la bajaron del bus junto con su hija de 6 años y la obligaron a vivir en el corregimiento donde este tenía presencia. «A la niña me la devolvieron al día siguiente toda picada de los zancudos, pero a Sandra la dejaron casi un año. Querían que trabajara con ellos y no la dejaban mover de allá. Yo conseguí quien me informara de ella hasta que el 6 de febrero del 2002 nadie volvió a saber nada», cuenta.

En San Carlos, donde la guerra ha dejado centenares de muertos por la confrontación entre las Farc, los ‘paras’ y el Ejército, todos saben que Pastora vive para encontrar el cuerpo de ‘La Mona’. Su obstinación y amor la hacen creer en una nueva información. Ya no quiere hablar con precisión de ella. Teme que, al verla tan cerca de su hija, muevan los restos. «Cuando uno engendra un hijo y sufre esto comienza un disco en la vida que solo termina cuando lo puede enterrar». «Cuando uno engendra, cría un hijo y sufre esto comienza un disco en la vida que solo termina cuando lo puede enterrar. El mío todavía no hace sino girar y girar».

Pastora Mira García, mamá de Sandra Paola Montes.

CATALINA OQUENDO B.

ENVIADA ESPECIAL El Tiempo.

SAN CARLOS (ORIENTE ANTIOQUEÑO)