Este año han salido 1.248 uniformados. Los líos judiciales impulsan retiros en ejército y policía

Hace tres años y medio, Ana María Mendoza Pérez, una campesina de Tame (Arauca), envió a su hijo mayor, Isnardo, a comprar víveres a una tienda de la vereda Lejanías. Horas después lo halló entre los muertos de una operación militar.

El Ejército le dijo que su hijo cayó en combate contra miembros de la subversión, pero hoy, las investigaciones de la Procuraduría apuntan a que lo ocurrido con el joven es otro de los casos de ejecuciones extrajudiciales.

Por eso, hace dos meses, se dictó pliego de cargos contra cuatro militares, entre ellos un capitán, involucrados en la muerte del hijo de doña Ana María.

Este tipo de episodios y las presuntos (o comprobadas) relaciones con mafias del narcotráfico, con ‘paras’ de segunda generación o con una mezcla de ambos factores criminales están golpeando con mayor frecuencia a las Fuerzas Militares y a la Policía Nacional.

En lo corrido de este año, las bajas que este tipo de episodios han ocasionado sobrepasan incluso las muertes en combate: van 1.248 uniformados retirados por escándalos judiciales o disciplinarios, frente a 201 bajas por acciones guerrilleras.

El Ejército nacional ha tenido que prescindir de 947 efectivos e incluso tuvo que ver, hace dos semanas, cómo uno de sus más destacados oficiales (R.) –el general Rito Alejo del Río– fue capturado en el tradicional Club Militar.

Entre los militares investigados actualmente hay tres coroneles, uno de ellos involucrado en la masacre de ocho civiles de la comunidad de Paz de San José de Apartadó, en donde habrían actuado de la mano con ‘paras’ al mando de ‘Don Berna’.

Otros son indagados por sus nexos con narcos de la talla de ‘Don Diego’.

La Policía, por su parte, ha declarado insubsistentes a dos generales –Marco Pedreros y Antonio Gómez Méndez– dentro de indagaciones preliminares en las que figuran los nombre de los narcoparamilitares ‘Don Mario’ y Daniel ‘el Loco’ Barrera; y ha destituido a otros 199 uniformados (véase gráficos).

Lluvia de procesos El Ministerio Público tiene actualmente 2.764 investigaciones contra miembros de la Fuerza Pública, mientras la Fiscalía investiga a 782, para un total de 3.546.

Los procesos, en su mayoría, se derivan de la muerte de civiles fuera de combate. Por este motivo, en la Procuraduría Delegada para los Derechos Humanos se adelantan entre 900 y 1.000 expedientes contra mayores, coroneles y capitanes.

De ese total, unos 850 procesos están relacionados con los ‘falsos positivos’, término acuñado hace dos años tras la denuncia de EL TIEMPO sobre los falsos atentados en Bogotá, en los que están involucrados penalmente dos oficiales de inteligencia.

“Hemos advertido un incremento de este fenómeno y creemos que se debe a la exigencia que se les está haciendo a los militares para dar resultados y mostrar bajas”, asegura un investigador de la Procuraduría.

Y agrega que la exigencia de ‘bajas’ explicaría por qué las investigaciones por tortura y desaparición forzada casi han desaparecido.

En cuanto a la Policía, la Procuraduría delegada para esa institución investiga a 320 mayores, tenientes coroneles y coroneles.

Al menos 200 de esas investigaciones están relacionadas con una presunta connivencia con ‘narcos’ o ‘paras’, corrupción, irregularidades en contrataciones y enriquecimiento ilícito.

Altos mandos y analistas reconocen la gravedad de este fenómeno, pero estiman que la cifra es baja frente al impacto del crecimiento del pie de fuerza en los últimos cinco años (de 295 mil hombres se pasó a más de 400 mil), y resaltan el hecho de que la misma Fuerza Pública es la que toma medidas frente a esas actuaciones irregulares.

‘Cero tolerancia’: Policía “Estamos frente a una política de cero tolerancia a la corrupción y hemos fortalecido la tarea de contrainteligencia para detectar esas conductas”, dice el general Óscar Naranjo, director de la Policía, una de las instituciones que mayor credibilidad registran en sondeos y encuestas.

El oficial destaca el aumento de las denuncias y lo atribuye a una mayor confianza de los ciudadanos. “A pesar del incidente de los generales, nuestra decisión es combatir la corrupción”, insiste.

Y voceros del Ejército manifestaron que su política es la de no permitir en sus filas a uniformados relacionados con grupos delincuenciales o personas al margen de la ley, sin importar el rango.

Expertos en seguridad creen que aunque la obligación de los entes de control y de la misma Fuerza Pública es investigar y castigar, las salidas de militares no deben ser divulgadas hasta que exista un fallo definitivo de por medio.

¿‘Simples sospechas’? “En muchos casos no hay pruebas. Se trata de simples sospechas”, dice Miguel Posada, analista de The Washington Post.

Y llama la atención sobre lo que denomina ‘la guerra jurídica’: “Hay una combinación de dos factores: uno, las fuerzas sacando elementos malos para proteger la moral, y, el otro, la guerra jurídica, que existe y eso es más grave, porque acaba con la moral de las tropas”, dice el analista.

Por eso, vaticina que las acusaciones contra los miembros de la Fuerza Pública se incrementarán debido a que los grupos subversivos, en especial las Farc, se están quedando sin el único argumento que tenían: las armas.

El politólogo Francisco Leal sostiene que los procesos penales y disciplinarios son complejos para un Ejército como el colombiano, cuyas normas están diseñadas para conflictos externos.

Y asegura que la disciplina futura en las filas del Ejército “dependerá de cómo la Justicia plantee el manejo de los testigos y de cómo se esclarezcan esas situaciones”.

Por ahora, la purga continúa.

Decisiones del 2008 en procesos contra militares por violación de DD.HH.

Masacre de familia en Florencia. El 10 de noviembre del 2006, militares apostados en la vía Florencia (Caquetá)–Garzón (Huila), dispararon y dieron muerte a Daniel Alvarado, su esposa Alba Luz Mejía, y su hijo de 3 años, cuando se desplazaban en moto.

Por este hecho, la Procuraduría elevó cargos contra nueve soldados del Batallón Cacique Pigoanza.

Caso de Petaquero. Jesús María Almeida Benítez y su hijo Juan Pablo Almeida Ruiz resultaron muertos el 7 de febrero del 2004, cuando miembros del Ejército al parecer combatían contra subversivos en la vereda Petaquero de San José de Miranda (Santander). La Procuraduría dictó pliego de cargos contra un sargento y cinco soldados del Batallón de Ingenieros.

Muerte de indígena wayú. Aristides Gómez Ipuana, indígena wayú de Uribia (La Guajira) fue reportado muerto en combates con el Ejército el 17 de octubre del 2005. Pero la Procuraduría halló presunta responsabilidad de un sargento y dos soldados en la muerte del indígena. Por eso, les elevó pliego de cargos en agosto pasado por tortura y ejecución arbitraria.

Asesinato de kankuamo. La Procuraduría elevó pliego de cargos a un teniente, tres cabos y seis soldados del Batallón La Popa del Ejército, por la muerte del indígena kankuamo Víctor Hugo Maestre Rodríguez, quien fue sacado por uniformados de su ranchería y luego presentado como guerrillero muerto en combate.

San José de Apartadó. En marzo, la Fiscalía General ordenó la captura de 15 militares por la masacre de 11 civiles, entre ellos tres niños, cometida en coordinación con grupos paramilitares, en febrero de 2005. En julio pasado, la Procuraduría dictó pliego de cargos contra tres coroneles, un mayor y tres capitanes por ejecución arbitraria y tortura.

‘ ‘ No pueden existir nexos de personal del Ejército con criminales que lo manchen.

Un Ejército disciplinado garantiza la legitimidad y asegura la victoria”. Gral. Mario Montoya, Cte. Ejército.

‘ ‘ Nuestra decisión es combatir la corrupción. Pese al incidente de los generales Pedreros y Gómez Méndez, el compromiso es obrar con transparencia”. Gral. Óscar Naranjo, jefe de Policía