Quince años para un sepelio

Reportaje realizado porJosé Angel Báez A., Redactor EL TIEMPO, después de una entrevista con los familiares de Nydia Erika.

En 1990 la familia de Nydia Erika Bautista creyó férreamente que ella, tres años después de su muerte, descansaría al fin en paz en un panteón del Cementerio Central de Bogotá. Pero, se equivocaron. Les tocó esperar 12 años más, hasta el sábado pasado. Luego de una misa en la capilla del colegio San Bartolomé sus restos, plenamente identificados, quedaron en una cripta.

Lo que suele ser un rito doloroso, para sus allegados, sin embargo, fue casi una celebración porque concluía un largo vía crucis que comenzó el 30 de agosto de 1987. Ese día, en Bogotá, varios hombres – vestidos de civil y armados- subieron a la fuerza en una camioneta a Bautista, de 35 años, socióloga de la Universidad Nacional y economista de la Central.

Nydia Erika, según su hermana, desde el colegio evidenció preocupaciones por los problemas sociales y quería estudiarlos. Cuando supo a través del periódico que había sido admitida en la universidad estatal, salió corriendo y dejó encendidas las máquinas de un laboratorio en el que trabajaba como operaria.

Ya en la facultad de sociología – cuenta su familia- participó en pedreas y en trabajos populares. Su hijo, Erick, evoca los momentos en los que él, todavía un niño, le ayudaba a ella y a sus compañeros a cargar ladrillos para construir una escuela llamada el Porvenir, en Bosa, sur de Bogotá. Ahí mismo creó un jardín infantil para las madres trabajadoras.

De un momento a otro, su familia empezó a saber muy poco de ella. En 1982 se convirtió en militante del M-19. Nosotros solo supimos en 1986, cuando la Tercera Brigada la detuvo en Cali. Ella nos contó que la habían torturado y llevado a las afueras de Cali, donde la botaron desnuda para que la picaran los animales , dice Janeth, su hermana.

La desaparición.

El día de su desaparición se celebraba en una casa del barrio Casablanca, sur occidente de Bogotá, la primera comunión de su hijo. Cuando la reunión terminó, ella decidió acompañar a una amiga a tomar el bus. Las horas pasaron. Janeth indagó con los compañeros de universidad de Nydia Erika. Le dijeron que a su hermana, seguramente, la habían desaparecido. A partir de ese momento, con su padre, hicieron carteles y volantes con sus datos, que repartieron en calles y busetas.

Yo tenía 13 años y me defendía psicológicamente del dolor. Creí – admite Erick- que ella se había marchado para proteger su vida. Aunque también, que la habían matado. Doce días después de su primera comunión, en el cementerio de Guayabetal (Cundinamarca) su mamá era enterrada como NN. La familia vino a saberlo solo tres años después, cuando Bernardo Garzón, sargento retirado del ejército, describió ante la Procuraduría el asesinato de la socióloga. Fue entonces cuando también se enteraron de cómo había sido la captura. (Garzón ante un juez militar en 1996 se retractó de lo dicho al Ministerio Público).

El 12 de septiembre de 1990 fueron exhumados los restos y para su hermana no hubo duda: aparecía con la ropa que llevaba el último día en el que la vieron. La Procuraduría también aseguró que era ella. Mi tía me dio un abrazo, me dijo que la había encontrado. Así tuviese un lavado cerebral, guardaba la esperanza de que estuviera viva. Mi vida – recuerda Erick- estaba aferrada a alguien que no estaba viendo. Y necesitaba un abrazo de ella, porque nuestra relación estaba inconclusa .

Nydia Erika Bautista fue enterrada en el Cementerio Central. Hubo luto. Sin embargo, los restos de la ex militante no se quedarían para siempre en ese lugar.

La otra exhumación.

Las declaraciones de Garzón dirigieron las pesquisas hacia el Batallón Charry Solano, que en 1987 se encargaba de las operaciones de inteligencia del Ejército, y hacia el comandante de ese entonces, el general Alvaro Hernán Velandia. En 1994, la Procuraduría Delegada para los Derechos Humanos, regida entonces por Hernando Valencia Villa, le abrió investigación al general. Un año después, fue destituido por presunta omisión en la desaparición y posterior asesinato de Bautista.

Pero en septiembre de ese año, el representante Pablo Victoria presentó pruebas en una plenaria de la Cámara para demostrar que Velandia era inocente y que los restos hallados en Guayabetal no eran los de la socióloga. El ex congresista manifestó que el cadáver en mención correspondía a una mujer de 1,75 de estatura, robusta y con una dentadura de una persona de 18 años. «Según la cédula de Nydia Erika, tenía 35 años, 1,58 de estatura y era de contextura mediana», expresó el 11 de septiembre de 1995.

A esa altura de la década pasada, la familia Bautista se desintegró: la mamá y el esposo de Nydia murieron. Los otros miembros, se transaron en una batalla legal para encontrar y castigar a los culpables, pero también para que dejaran descansar en paz a Nydia Erika. En noviembre de 1999 un juez militar decide reabrir el proceso de pruebas, no sobre los responsables, sino sobre la víctima, ordenando la prueba del ADN. Sin embargo, después de una tutela interpuesta por los abogados de la familia, la Corte Constitucional ordena trasladar el caso a la justicia ordinaria.

Nos dijeron que no había comprobación científica de que fuera ella. Eso nos causó daño porque si los resultados salían negativos, significaba volver a empezar, como si siguiera desaparecida , dice Janeth que, junto a Erick, salió en 1997 del país por amenazas contra su vida. En febrero del 2001, la Fiscalía realiza la exhumación. Un año después una noticia alarma a los Bautista: por considerar que el proceso disciplinario ya había prescrito, el Consejo de Estado anuló la resolución de la Procuraduría que había destituido al general Velandia.

Los resultados no podían ser negativos , se reiteraba Janeth. El pasado 22 de diciembre la Fiscalía dio un dato contundente: los restos óseos recibidos para el análisis corresponden con una probabilidad de 99,99974 a Nydia Erika Bautista, hija de Publio Alfonso Bautista . Concluyó así un caso que se convirtió en emblema de la lucha de las organizaciones de familiares de desaparecidos en Colombia.

Los restos se los entregaron a la familia el pasado lunes. Dicen que el tiempo sana las heridas y para los Bautista, 15 años después, apenas empezaron a cerrar.

Fuente:

http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-998147