Testimonios de la crueldad contra las mujeres en La Gabarra
Publicado en El Tiempo
A Luisa* no solo le desaparecieron a su padre sino que también le mataron una parte de su cuerpo.
Desde el 27 de octubre de 1999, cuando paramilitares del ‘Bloque Catatumbo’ intentaron violarla y le manosearon los senos, ella no soporta que alguien siquiera la mire o le toque el cuello.
«Mátenme pero no me hagan nada, mejor mátenme pero no me vayan a violar. Ya se llevaron a mi papá», les gritaba ese día a ‘Chicharrón’ y ‘Cordillera’, los ‘paras’ que los retuvieron en un puerto de La Gabarra, mientras le rasgaban la blusa y la golpeaban con sus fusiles para que se callara.Han pasado ocho años y ella sigue gritando. «A veces estoy bien y de pronto me voy a bañar, me miro el cuerpo, recuerdo eso y cambio totalmente, me pongo agresiva. Eso es un disco que está ahí, ahí» dice la muchacha, hoy de 28 años. Ella sabía muy bien lo que les pasaba a las niñas de este corregimiento de Tibú con los paramilitares: después de ser violadas eran asesinadas.»Eso lo hicieron acá en cantidades, cuántas no mataron. A una amiga mía la encontramos río abajo en Zulia después de que ellos la violaron», recuerda ella, que hace poco le contó su caso a los fiscales de Justicia y Paz.
«Mátenme pero no me hagan nada, mejor mátenme pero no me vayan a violar. Ya se llevaron a mi papá»
Por un azar del destino y por aquello de que ‘todos tenemos familia’, Carolina se salvó de la violación. Justo cuando los ‘paras’ iban a terminar su acto, un comandante de La Gabarra los detuvo. «A esa muchacha me la dejan quieta», les dijo. La razón: una hermana del comandante había sido violada.»Para mí eso de todas formas fue un abuso y un trauma, aunque en el pueblo, como pasaron tantas cosas, la gente dice que lo mío fue una tontería, que me fue mejor que a otras niñas», cuenta Luisa, que tuvo que acudir a un sicólogo porque quedó con temor al tener relaciones sexuales. Lo de su «suerte» es cierto.
El comandante que la ayudó no impidió que abusaran de otras jóvenes de La Gabarra, que andan silenciosas por este pueblo fronterizo con Venezuela, azotado por los hombres de Salvatore Mancuso. Allá, todos, y especialmente las mujeres, recuerdan a ‘paras’ como ‘Camilo’, ‘Conejo’, ‘Mauricio’ o ‘Cordillera’ (que se suicidó después de golpear a su esposa), alias que les cambiaron la vida cuando ingresaron en 1999 como premio por haber sido crueles en otras regiones del país. Carolina* fue una a las que nadie auxilió. Es más, a sus 17 años se enfrentó a la cruel decisión de abortar el hijo no deseado de un paramilitar.»A él le decían el ‘Conejo’ y ya se lo había hecho a otras niñas. Yo estaba en mi casa solita, cuando eso era chiquita y él llegó borracho, me apuntó con una pistola y me hizo por la fuerza. Me dijo que si no me dejaba me mataba. Yo lloraba. Me hizo desnudar y lo que más rabia me dio fue que… me hizo por detrás, ¿me entiende?, eso es una humillación», recuerda la muchacha, hoy con 21 años, un marido igual de joven que ella, dos pequeñas hijas y mucha pobreza. Carolina tuvo que conformarse con un silencio rabioso y soportar acoso verbal en las calles del pueblo. Un mes después, cuando supo que estaba embarazada, no dudó en abortar el hijo de ese paramilitar. «Le pregunté a una amiga qué yerba servía para expulsar lo que tenía adentro, le dije que tenía un cólico, me la tomé y a los tres días me fui desplazada para Venezuela con un poco de gente de acá.
Caminando me cogió un dolor horrible y empecé a sangrar. Un muchacho me ayudó y me llevaron a Cúcuta. No me arrepiento, aunque no he podido olvidarme de eso», dice. La joven, que vive hoy en una casa prestada y no tiene trabajo, nunca ha tenido ayuda sicológica y, como lo hizo con el aborto, ha enfrentado sus malos recuerdos con el único antídoto por el que no le cobran: el llanto. Nunca denunció. Primero por miedo y después porque al ‘Conejo’ lo mataron los mismos paramilitares. «Yo digo que lo mío ya para qué, pero sí creo que a muchas niñas de acá hay que ayudarlas».*Nombres cambiados por petición de las fuentes ‘Un jefe ‘para’ me obligó a estar cinco días con él’ «Me llamo María. Viví 12 años en un corregimiento de Tierralta, en el Nudo de Paramillo, con mi marido y mis siete hijos.»En una ocasión, en el 2000, mi esposo se fue a hacer unas compras a Tierralta y cuando volvía lo bajaron en el sitio Los Guayabos y se lo llevaron. Me dijeron que eran ‘paras’ de Carlos Castaño y ‘H2’, el jefe de esa zona.»Los ‘paras’ fueron por mi casa y me acusaron de ser aliada de la guerrilla.
Al verme sola con mis hijos huí donde unos familiares a Bolívar, pero no aguanté y regresé.»Allí, una persona me hizo contacto con Castaño y ‘H2’. Fui al monte y les dije que no tenía que ver con la guerrilla, que era un ama de casa y que soltaran a mi marido. Aceptaron la explicación, pero me presionaron para que me pusiera de parte de ellos.»‘H2’ era el que más me presionaba y sentí mucho miedo. En el campamento me obligó a sostener relaciones sexuales con él por 5 días.»Después, me mandó a Tierralta con uno de sus escoltas para que él arreglara mi problema. El escolta habló con dos de las Auc de la zona urbana, para que no me mataran.»Me dijeron que un día me fueron a matar y por error le dieron a otra mujer.Y que otra vez me persiguieron y yo me les perdí en una esquina.»A mi esposo lo soltaron, pero me abandonó. Luego, el frente 18 (de las Farc) quemó mi casa y me convertí en desplazada. Denuncié mi violación a la Fiscalía. Espero que me ayuden y hagan justicia».
El rastro de las Auc en el Catatumbo Durante una semana fiscales e investigadores de Justicia y Paz recogieron en total 450 denuncias de víctimas de ‘paras’ en La Gabarra. La mayoría fueron homicidios y desplazamientos. La comisión también recibió datos sobre la posible ubicación de fosas.
Pobladores hablan de una donde habría cien cuerpos. Obtuvo información sobre la estructura del ‘Bloque Catatumbo’, que se desarmó en el 2004.En todo el Catatumbo, según la Vicepresidencia de la República, han sido asesinadas unas 3.000 personas y han desaparecido a más de 200. Aún hay presencia de Farc, Eln y ‘Aguilas Negras’ en algunas zonas.
CATALINA OQUENDO B., Enviada especial EL TIEMPO
LA GABARRA, TIBÚ (NORTE DE SANTANDER)